lunes, 10 de diciembre de 2007

Parques eólicos marinos

Este modelo de energía eólica resulta más productivo que el terrestre. La construcción de parques eólicos en Europa es una práctica extendida, aunque en España deberemos esperar a que el Ministerio de Industria regule el sector y disponga las condiciones óptimas para su desarrollo.

Los parques eólicos situados en el mar, conocidos internacionalmente como "offshore", son una forma cada vez más utilizada de aprovechar la energía renovable del viento. Sin embargo, España, a pesar de ser el segundo país europeo productor de energía eólica, según datos de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), mantiene paralizada la tramitación de los proyectos de parques eólicos marinos, a la espera de la regulación del sector, que corresponde al Ministerio de Industria.

La tecnología actual sólo permite instalar estos parques en zonas con profundidades inferiores a 20 metros, una característica que escasea en el litoral español. No obstante, según Greenpeace, en la Península Ibérica sería posible crear por este medio 25.000 megavatios (MW) de potencia hasta 2030, evitando la emisión anual de unos 25 millones de toneladas de Dióxido de Carbono.

En este sentido, la organización ecologista advertía en un informe, llamado "Viento en Popa", de que el Plan gubernamental de Fomento de las Energías Renovables para 2010 no es suficiente para que España cumpla el Protocolo de Kyoto, por lo que subrayaba la necesidad de un plan eólico marino, proponiendo como enclaves posibles las aguas del Golfo de Cádiz, el Mar Mediterráneo, Galicia o las Islas Canarias.
Sin embargo, las propuestas de los últimos años han despertado más voces en contra que a favor. En 1997, un grupo de empresarios y expertos propuso una instalación eólica en la bahía de Cádiz. El proyecto, denominado "Mar de Trafalgar", contemplaba la construcción, a 18 km. de la costa de Barbate, de 270 aerogeneradores que podrían brindar una potencia de 1000 MW.

Posteriormente, el parque contó con la participación de Sogemar, una agrupación de empresas cuyo principal accionista era Energía Hidroeléctrica de Navarra (EHN), Ingeniería de Recursos Naturales (IRN) y Cultivos Piscícolas Marinos (Cupimar). De esta forma, junto al parque eólico se instalaría una gran planta de acuicultura intensiva. Sin embargo, el proyecto se topó con el rechazo de los grupos ecologistas, al considerar medioambientalmente inaceptable la parte piscícola, así como de todos los grupos sociales, políticos y sindicales gaditanos. En este caso, los posibles daños a la pesca o el impacto visual para los complejos hoteleros fueron los argumentos utilizados.

En 2004, Capital Energy, una empresa promotora de energía eólica ligada a la constructora ACS, presentaba dos grandes proyectos: Uno frente al Delta del Ebro y otro en la costa levantina, entre Vinaròs y Benicarló, a una media de 5 kilómetros de la línea de costa. En el primer caso, las reacciones entre ecologistas, pescadores y la misma población destacaron el impacto ambiental en una zona natural con gran cantidad de aves, entre ellas, la Gaviota de Audouin y la Pardela Balear, amenazadas de extinción.

Por su parte, el segundo proyecto causó un gran revuelo entre las cofradías de pescadores, que argumentaron pérdidas notables en la pesca del langostino o dificultades en su trabajo a causa de los cables para transportar la electricidad.

No obstante, la experiencia de este tipo de parques en Holanda y Dinamarca demuestra que los aerogeneradores se convierten en criaderos, aumentando incluso las poblaciones de peces. Asimismo, un estudio dirigido por el Instituto Nacional de Investigación Medioambiental de Kalø (Dinamarca) concluyó que los aerogeneradores marinos no tienen un efecto significativo en las aves acuáticas. Además, los defensores de estos parques añaden a sus ventajas como fuente de energía limpia, sus posibilidades como lugares de visita para los "ecoturistas".

A principios de 2006, se ponían en marcha en la parte más alejada del dique de Punta Lucero, en el puerto de Bilbao, cinco aerogeneradores de 120 metros de altura, incluidas las aspas. Este complejo, cuyo desarrollo ha costado 11 millones de euros, es capaz de generar energía para unas 40.000 personas. La energía eléctrica creada se transporta a través de un cableado subterráneo, a lo largo de 2,3 km., hasta un centro de la red de la compañía Iberdrola.

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